sábado, 13 de diciembre de 2014

VALLE DE LOS VOLCANES: UNA PROMESA TURÍSTICA

Por: Juani Guerrero y
Leandro Espinoza
 
Cuando era niño, Primitivo Uchuquicaña veía con temor como lenguas de fuego y negras fumarolas brotaban desde el centro de la tierra. Eran los años 50 y el volcán Ninamama, ubicado al centro del valle daba muestras de actividad.
Un testigo excepcional del poderío geológico que formó desde la era cuaternaria el llamado “Valle del Fuego”, el de los 85 volcanes, ubicado en la parte alta de la provincia arequipeña de Castilla.
Hoy, Primitivo Uchuquicaña Álvarez tiene 58 años y es un guía de turismo muy distinto a los demás. Conoce cada sendero y va con pie seguro hacia donde se lo pidan. Ha roto la clásica introversión del hombre andino y muestra su cultura rural con generosidad. Como todos los nacidos en la comunidad de Andagua (3840 msnm) mantiene la amable costumbre de saludar a vecinos y desconocidos que visitan el valle, aunque no sean muchos.
Es un agricultor que se ha hecho consciente de la enorme potencialidad turística de Andagua. Por eso, cuando escuchó hace ocho meses que se iban a preparar guías de turismo aceptó de inmediato. Participó activamente en los talleres organizados por la ONG llamada Grupo de Emprendedores Ambientales (GEA) y hoy está mejor capacitado para acompañar visitantes que llegan hasta el “Valle del Fuego”.


Se hizo guía de montaña porque se lo pedían. Ha conducido expediciones de geólogos hacia parajes desolados en busca de ricas vetas de minerales para explotar. Lo buscaban extraños gringos observadores de aves para que los lleve a las lagunas de Andagua y Chachas. Lo requirieron dos jóvenes belgas ansiosas de conocer las extrañas chullpas de tres pisos y las cavernas volcánicas cercanas al anexo de Soporo, entre otros.
Y para esas expediciones de varios días y por rutas sin sendero, a veces lo contrataban con sus dos mulas porteadoras de equipamiento, las fieles “Bella Genio” y “Moscatela”, además de su caballo negro de raza criolla llamado “Luto”. 
 
LOS CIRCUITOS DE ANDAGUA
Desde la carretera que viene de Viraco se ve Andagua debajo de los “mellizos”. Dos volcanes casi exactamente iguales, de la misma altura y con sus cráteres de diámetro similar. Son una curiosa travesura de la naturaleza. De solo verlos se puede desatar la imaginación, regresar el tiempo y escuchar esas imponentes bocas del planeta rugiendo al unísono, arrojando fuego y rocas hacia el cielo sin dioses. Debió ser un espectáculo de terrible belleza.
Hoy se les puede escalar sin mayor dificultad y gozar del privilegio de poner los pies en sus cumbres. Sentir el viento que sube por las laderas silbando las más básicas armonías del ande.
Un poco más lejos, desde cumbres nevadas corren las aguas del deshielo y terminan en la catarata de Shankilay. Se une al río que discurre por debajo del puente colonial de Pumajallo, que luego forma la laguna Andagua, y un poco más abajo la de Chachas, donde se encuentran a la vista aves como las huallatas, parihuanas, patos, humachutos, aves migratorias marinas. Primitivo asegura que ese circuito puede hacerse en un día. Pero si hay más tiempo, puede guiar al visitante hacia algo verdaderamente extraordinario.
El curso del rio después de la laguna Chachas desaparece por una colada volcánica subterránea. Literalmente la tierra se lo traga. Varios kilómetros más abajo y cerca del pueblo de Ayo, vuelve a aparecer con sus aguas filtradas y de limpieza total, para formar la mítica y celeste laguna Mamacocha, refugio de las últimas nutrias de altura que fueron observadas hace poco por el ingeniero geógrafo y promotor turístico James Posso Sánchez.
Otro circuito sale del pueblo y tiene como principal objetivo ver a los cuatro volcanes enanos. Es un sendero de tierra bordeado de plantas silvestres; de pronto Primitivo toma una florecilla de chinchicurma y absorbe el polen que ya no podrá llevarse algún picaflor. Asegura que todas las plantas sirven para algo. Por ahí crecen los pequeños frutos comestibles del airampo. Los cactus dominan el paisaje y uno de ellos proporciona la chuna, alimento exquisito para el ganado y que los andahuasinos extraen para preparar mermelada y hasta un champú natural. Hasta los cactus que se están muriendo sirven, los muelen hasta convertirlos en una ceniza llamada Jallalla, que al ser cocida con el maíz, el trigo o la cebada elimina las cáscaras. Así elaboran su mote pelao, muy popular en el pueblo y alrededores.
Nuevamente el guía se acerca a otro cactus que se llama aguacola y le saca un fruto maduro. Se llama charachanqui y tiene la virtud de quitar el apetito. Con Primitivo la caminata se convierte en una clase de botánica andina, de alimentación y medicina natural.
De pronto el camino se interna entre piedras negras retorcidas que fueron arrojadas del volcán Kanalla Mauras, cayeron sobre el poblado prehispánico de Antaymarca, cuyos habitantes huyeron despavoridos dejando su pueblo en ruinas. Parece otro planeta. Hace algunos años, la comunidad y sus autoridades construyeron en medio de este paisaje lunar un singular sendero hecho con piedras y ceniza roja.
Y ese mismo volcán, el Kanalla Mauras fue convertido en un ruedo taurino. Cada 15 de agosto y en homenaje a la virgen de Asunta se programan corridas pueblerinas que convierten al cráter en un coliseo a lleno total.
Primitivo nos señala a lo lejos un promontorio blanco y dice: “Ese es el volcancito Jenchaña, está creciendo y quien sabe cuándo se hará grande y nos asustará a todos”.
Más adelante está el mirador de Antaymarca y desde arriba sí que el paisaje es imponente: Por allá el pueblo y los mellizos, por acá una pampa y los cuatro volcanes enanos: Chilcayo Chico, Chilcayo Grande, Mauras y Jechapita. Al fondo la cordillera del Chila. “Pal otro lado está el Colca y sus turistas”, agrega Primitivo.
Y esa ruta sigue hasta otro mirador, el de Ucuya, hacia abajo el anexo de Soporo y sus chullpas de Colquemacho, rodeados de cuevas de origen volcánico para el estudio y placer de la espeleología.
 
ANDAGUA Y EL TURISMO
Andagua no es el Colca. No tiene un importante flujo de turistas.  No tiene los suficientes hoteles, ni restaurantes capaces de atender a los visitantes extranjeros. No hay tiendas de artesanías.  Es como un pueblo andino cualquiera, con la diferencia de que su vida transcurre entre lagunas y volcanes que harían la delicia de cualquier turista nacional y extranjero.
Gracias a los talleres del GEA, Primitivo y otros doce vecinos se han convertido en guías. Otros están acondicionando sus casas como albergues para el turismo vivencial. La misma ONG y algunas autoridades han empezado a señalizar las rutas turísticas más cercanas al pueblo, a mejorar algunos senderos. Ya se habla de mantener la arquitectura típica de la zona. Llegan especialistas como el arquitecto Carlos Roldón y su larga experiencia en urbanismo de pueblos andinos que desean proyectarse al futuro manteniendo su identidad.
Pero sí “El Valle de los Volcanes” quiere despegar necesita lo más importante: una buena vía de acceso.
La ruta más larga parte de Arequipa hacia Sibayo, Caylloma, Orcopampa y llega hasta Andagua por su parte norte, luego de 400 km de carretera en su mayor parte afirmada. La otra pista es difícil y pasa por Aplao, Viraco y llega por una trocha carrozable hasta el Valle de los Volcanes por su lado sur, entre precipicios de vértigo. El viaje demora de nueve a doce horas aproximadamente. La única empresa que hace viajes diarios desde Arequipa es Transportes Reyna.
En Andagua esperan con ansias que de una vez por todas se abra la ruta más directa, aquella que vendría desde la Ciudad Blanca pasando por Chivay, Cabanaconde y Huambo -allí falta un tramo de puentes sobre el rio Colca- para seguir hasta el poblado de Canco, Ayo y finalmente los volcanes podrían abrirse a un mayor flujo de turistas.
Se trata de un circuito de turismo integral capaz de promover riqueza y desarrollo en abundancia: El Cañón del Colca y el Valle de los Volcanes definitivamente unidos y conectados al mundo.

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